El césped brilla con el rocío, reavivado,
la fuente desborda. El abedul inclina
su cabeza movediza, y la enramada
está llena de ruidos y fulgores. Allá se ven
grises nubes aureoladas de llamas rosas
que anuncian el día y ascienden sin ruido,
como el oleaje que golpea la orilla,
así ellas suben poco a poco, cada vez más alto,
cambiantes siempre.
¡Ven, dorado día, ven y no te apresures
en llegar al cénit!
Porque mi mirada vuela mejor y más confiada
en tí, sol de alegría (...)
(Des Morgens, Hölderlin)
Contigo, brilla el sol.
la fuente desborda. El abedul inclina
su cabeza movediza, y la enramada
está llena de ruidos y fulgores. Allá se ven
grises nubes aureoladas de llamas rosas
que anuncian el día y ascienden sin ruido,
como el oleaje que golpea la orilla,
así ellas suben poco a poco, cada vez más alto,
cambiantes siempre.
¡Ven, dorado día, ven y no te apresures
en llegar al cénit!
Porque mi mirada vuela mejor y más confiada
en tí, sol de alegría (...)
(Des Morgens, Hölderlin)
Contigo, brilla el sol.